PAKISTÁN Fin de la invasión estadounidense en Afganistán

Publicamos, como documento, esta contribución de la sección pakistaní de la IV Internacional (CORQI) sobre la situación en Afganistán.
Tras 20 años de ocupación y 2 billones de dólares, Afganistán vuelve al punto de partida: bajo el control de los talibanes. Aunque hasta ahora los talibanes no habían logrado hacerse del control de todo el territorio de Afganistán, hoy lo han conseguido incluso en los bastiones de la Alianza del Norte. Al aliarse con el ocupante estadounidense, la Alianza del Norte se ha debilitado considerablemente en las últimas dos décadas.
Si el objetivo de la invasión de Afganistán era capturar y castigar a los autores del 11-S [11 de septiembre 2001], la ocupación de Afganistán debería haber terminado hace diez años, cuando Osama Ben Laden fue asesinado por el ejército estadounidense en Abbotabad, Pakistán. Pero la explicación para continuar la ocupación durante otros diez años es que era geo-estratégicamente importante para controlar las fronteras de Rusia y China. Pero entonces, si tal era el objetivo, ¿entonces por qué los Estados Unidos ahora se retiran tan precipitadamente?
Por mucho que se busque, es imposible encontrar una explicación razonable para esta ocupación. Todo lo que se puede decir es que pone de manifiesto la naturaleza totalmente destructiva del capitalismo imperialista moderno.
Los occidentales que piensan que los talibanes representan una forma de movimiento de liberación nacional antiimperialista están completamente equivocados. Los talibanes están formados por los mismos elementos tribales y reaccionarios contrarrevolucionarios que se pusieron en marcha contra la revolución de Saur. Denominados genéricamente como los muyahidines, en realidad nunca han sido un grupo unificado. Mujahidín era sólo una etiqueta que se daba a siete organizaciones yihadistas diferentes. Estos grupos de muyahidines no sólo tenían diferencias religiosas y doctrinales entre ellos, sino que también estaban vinculados financieramente a diferentes potencias extranjeras o regionales. Esto explica la guerra civil entre ellos que siguió a la caída del gobierno de Najibullah (.
Por lo tanto, el conflicto entre los talibanes y la Alianza del Norte no refleja en absoluto un conflicto entre la liberación nacional y el imperialismo o entre fuerzas progresistas y reaccionarias. Los dos provienen del mismo molde. En el acuerdo de Doha, los talibanes y los Estados Unidos acordaron que, siempre que los talibanes no atacaran intereses vitales de Estados Unidos en la región, este país se retiraría del país. En su primera conferencia de prensa desde su llegada al poder, los talibanes declararon que estaban abiertos a la inversión extranjera y estadounidense en Afganistán.
Otro factor importante en la toma de posesión de los talibanes en Afganistán es la percepción del ejército pakistaní de los retos en lo que concierne la seguridad. El ejército pakistaní siempre ha considerado que la única amenaza existencial importante y seria para Pakistán proviene de la vecina India. Desde 1971, cuando Pakistán Oriental se convirtió en el Bangladesh independiente, esta opinión se ha visto fuertemente reforzada. Así, desde la propia independencia de Pakistán y especialmente desde 1971, el ejército pakistaní se ha posicionado no sólo como defensor de las fronteras de Pakistán, sino también de sus « límites ideológicos ». Este imperativo ha llevado al establecimiento de lo que los progresistas llaman un « Estado de seguridad » en Pakistán.
Los militares pakistaníes siempre han considerado a Afganistán como una base estratégica de retaguardia. Desde la década de 1970, se ha inmiscuido en los asuntos internos de Afganistán para establecer un régimen « favorable a Pakistán », de modo que, en caso de lo que considera una guerra « inevitable » con India, los militares dispongan de una zona estratégica de repliegue. Por esta razón, los grupos radicales islámicos comenzaron a recibir apoyo del gobierno pakistaní mucho antes de la revolución de Saur. La relación entre el ejército pakistaní y los grupos radicales islámicos en Afganistán data de hace medio siglo.
Por ello, la victoria de los talibanes se considera en Islamabad como la victoria de las fuerzas pro pakistaníes en Afganistán: la « Alianza del Norte pro India » ha sido derrotada y los « talibanes pro pakistaníes » han triunfado. Por esta única razón, no podemos considerar, y el mundo no debería considerar, la victoria de los talibanes como la victoria de un movimiento progresista de liberación nacional. Los talibanes pueden, y muy probablemente lo harán, caer en el conocido molde de los regímenes teocráticos y reaccionarios internamente, y aliados con Estados Unidos externamente (como Arabia Saudí).
Para los pueblos de Afganistán y de Pakistán, este giro de los acontecimientos implica un nuevo golpe a nuestra lucha por un futuro progresista. La victoria de los talibanes en Afganistán no sólo ha envalentonado a los partidos religiosos de Pakistán, sino que también ha dado esperanzas al Tehreeke-Talibán-Pakistan, que durante diez años ha librado un destructivo conflicto de en el seno de Pakistán, que ha cobrado 80 000 vidas y ha desplazado a millones más en operaciones militares masivas en las regiones tribales y otras regiones del norte.
Sin embargo, a largo plazo, sólo las fuerzas progresistas de Pakistán y de Afganistán podrán derrotar a estos reaccionarios. Ninguna ayuda extranjera, ninguna injerencia, ninguna ocupación puede aportar o ha aportado algo positivo en esta difícil lucha. Al contrario. Además, los llamamientos a la reocupación de Afganistán supuestamente para « salvar » a las mujeres y a las minorías no sólo son ingenuos y fuera de lugar, sino también ridículos al extremo. Estos llamamientos ya han hecho bastante daño, y sólo pueden considerarse como una cobertura humanitaria para el imperialismo.
En conclusión, la imagen de esos afganos desesperados aferrándose a los aviones con la esperanza de escapar de los talibanes quedará grabada para siempre en la memoria de la población de la región como la ignominiosa conclusión de esta ocupación. Y su caída del cielo simboliza la falsa esperanza creada – y aún traicionada – por el capitalismo imperialista.
El futuro de Afganistán y de Pakistán únicamente puede ser determinado por los pueblos de nuestros respectivos países. Pedimos su solidaridad en esta lucha. Pero esta es nuestra lucha, la historia está de nuestro lado y nuestra victoria es inevitable.